Con la evolución de las sociedades, el enfoque educativo ha dado un giro situando en el centro al alumnado. Así, la enseñanza formal ya no es unidireccional; ahora tiene en cuenta al estudiante y se preocupa por que adquiera unos conocimientos. Por ello, hemos pasado de hablar de «enseñanza» a hablar del proceso de enseñanza-aprendizaje.
¿Qué es enseñar?
Enseñar es un proceso de diseño y selección de estrategias para activar el aprendizaje en otras personas.
Según la RAE, enseñar es, en su primera acepción:
Instruir, doctrinar, amaestrar con reglas o preceptos.
DRAE
Sin duda, esta definición tiene tintes bastante clásicos. La educación actual tiende más a la tercera y cuarta acepción:
3. tr. Indicar, dar señas de algo.
4. tr. Mostrar o exponer algo, para que sea visto y apreciado.
DRAE
Por tanto, podemos entender la enseñanza como el acto de mostrar información (teórica, actitudinal, práctica,… de cualquier tipo) para que el aprendiz la «absorba».
¿Qué es aprender?
Por su parte, aprender significa adquirir conocimientos a partir de la experiencia. El aprendizaje produce cambios en la mente como consecuencia de las situaciones que experimentamos. Dichos cambios son duraderos y suelen traducirse en modificaciones de la conducta. Por ejemplo nos comunicamos exclusivamente de forma oral hasta que aprendemos a escribir. Entonces nuestra conducta cambia.
Por ello, la RAE define aprender como:
1. tr. Adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia.
3. tr. Fijar algo en la memoria.
DRAE
Con estas dos acepciones vemos dos pilares básicos de la enseñanza y el aprendizaje: es necesaria la memorización para mantener el aprendizaje a lo largo del tiempo, pero también es necesaria la experiencia. No solo el estudio ni la enseñanza teórica permiten la memorización. Siempre recordamos (y aprendemos) mejor cuando hacemos que cuando vemos, escuchamos o leemos. Así que es imprescindible combinar aprendizajes teóricos, prácticos y actitudinales, especialmente para el desarrollo de competencias clave.
¿Por qué aprendemos?
Desde que nacemos, estamos en contacto con un rico entorno que nos educa desde direcciones muy distintas. La familia, la escuela y los gobiernos son agentes sociales que nos enseñan a comportarnos dentro de la sociedad a la que pertenecemos. A su vez, nos exigen unas habilidades, unas competencias para la conservación de la cultura y del equilibrio social.
En otras palabras, la sociedad exige respuestas a sus necesidades y para ello nos educa constantemente. Por eso han aparecido las competencias clave con la LOMCE (competencias básicas con la LOE) y por eso han surgido asignaturas de robótica en los currículos: porque la sociedad demanda personas cualificadas para crear, diseñar y mantener robots.
Como la escuela forma a estos futuros trabajadores, debe asegurarse de que aprender adecuadamente para responder a las necesidades de la sociedad.
Definición de enseñanza-aprendizaje
El concepto de enseñanza-aprendizaje se refiere a un proceso bilateral en el que es tan importante aprender lo que se enseña como enseñar lo que se aprende. Es decir, son dos conceptos que van ligados y sin el uno el otro no puede existir.
El hecho de enseñar no siempre significa aprender y aprender no siempre es el resultado de una enseñanza. Piensa en las personas autodidactas. Aunque nadie les enseña, aprenden. En el extremo opuesto, puede ser que nos enseñen, por ejemplo, a dibujar el rectángulo áureo o dorado, pero no lo aprendamos y a largo plazo lo olvidemos. En resumen, enseñanza no siempre es igual a aprendizaje. Es la razón por la cual se pone el énfasis en este binomio.
Enseñar requiere una intencionalidad. Así, nosotros, como profesores, nos ponemos al frente de la clase para ayudar a los alumnos a aprender. Y lo hacemos siguiendo una estrategia, formulada en la programación didáctica.
Aprender implica una actitud activa y abierta, basada en la experiencia y que provoque cambios en la mente.
En qué consiste el proceso de enseñanza-aprendizaje
Como ya explicábamos, el profesor, al frente de la clase, muestra unos contenidos a los alumnos, los cuales estos deben captar y elaborar. Esos contenidos salen del currículo y se materializan en actividades con las que desarrollar competencias y alcanzar unos objetivos. El proceso de enseñanza-aprendizaje tiene lugar en un aula, con unos medios y unos recursos disponibles, y, a su vez, dentro de un contexto social, cultural e histórico. Complejo, ¿verdad? Vayamos por partes.
Enseñanza-aprendizaje en la programación didáctica
- Enseñamos a través de unos contenidos, impuestos por el currículo.
- Para facilitar el aprendizaje, diseñamos actividades.
- Con las actividades el alumno experimenta y, en consecuencia, aprende.
- Las actividades permiten desarrollar unas competencias, adquirir unos conocimientos y lograr unos objetivos.
- Estas actividades se desarrollan en clase, dentro de un contexto específico.
- Ese contexto determina el proceso de enseñanza-aprendizaje. No es igual en Infantil, que en Primaria, en Secundaria, FP o en enseñanza para adultos. Tampoco es igual un grupo de alumnos de clase alta, media o baja. Ni tener una clase más o menos heterogénea. El contexto es el punto de partida.
- Con la evaluación comprobamos si el alumnado ha aprendido, cuánto y cómo: si han logrado alcanzar los objetivos propuestos, si han adquirido las competencias necesarias, si han asimilado los contenidos. La evaluación por estándares y criterios de evaluación nos darán las respuestas.
Como ves todo está relacionado y es coherente. La programación didáctica se diseña con el objetivo de optimizar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Si formulas unos objetivos adecuados, unas actividades conforme a los contenidos del currículo y que ofrezcan experiencias diversas a los estudiantes, un desarrollo dinámico de las competencias clave y una evaluación lógica, tendrás hecha una programación perfecta.
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